Último día por tierras Croatas, y lo que pintaba ser un día de relax en la playa (ya he hecho actividad suficiente estos dos días atrás), ha sido relajado, pero demasiado. Ha amanecido un día nublado y frío, así que de playa nada. Todo el día en sudadera. Una pena, porque podía quedarme en Brac hasta tarde porque seguía teniendo apartamento para dejar la maleta y ducharme.
Supetar
El pueblo en el que me he alojado estos días es lo que me faltaba por ver, y en eso he empleado la mañana.
Esta localidad fue fundada durante la época romana, pero servía sólo como puerto a Nerezisca, la capital de la isla por entonces. Posteriormente pasó a ser independiente de ésta, alrededor del siglo XIII, y desde el XIX se convirtió en la más importante de la isla de Brac. A día de hoy viven aquí unas 4000 personas, y dando que ferrys desde Split llegan aquí casi cada hora, apuesto a que el número de turistas en verano dobla esa cifra.

Por todas partes en el casco antiguo del pueblo hay informaciones sobre, al parecer, su ciudadano predilecto: el artista escultor Ivan Rendic, uno de los más importantes de Croacia. Hay una galería para ver varias de sus obras, y no sólo Supetar contiene obras suyas, sino también ciudades como Zagreb, Venecia o Duvrovnik. Es más, al parecer es considerado el padre de la escultura moderna croata.
Junto al paseo marítimo en la bahía de Supetar, se encuentran la Iglesia de la Anunciación y la Torre del Reloj, para mí, el rincón más bonito de todo el pueblo junto con el propio paseo, donde se concentra casi toda la actividad turística.

El último lugar destacable de la localidad (dejando a parte las playas, que son igual de chulas que las del resto de la isla), es el cementerio. A mí este tipo de cosas me sigue chocando, en España no es común visiar cementerios como parte de la actividad turística de un lugar, pero en otros países sí lo es, y este sitio se encuentra en la propia guía de Supetar. En este caso, es porque muchos de los mausoleos están esculpidos por el mencionado Ivan Rendic, y destaca el de la familia Petrinovic, que se distingue con total facilidad.

Split
No tenía mucho más que hacer por la isla, así que he recogido la maleta y he montado en el ferry de las 14:00 hacia Split. Tampoco aquí me quedaba mucho por ver, así que he decidido disfrutar de los últimos manjares propios de los balcanes, que tanto me gustan y tan imposibles de encontrar en España:
Para comer, un Cevapcici en un lugar llamado Ba!Ce, recomendado por bastante gente en internet. La verdad es que estaba muy rico y bien de precio, pero la camarera-cocinera no ha podido ser más borde… Parecía estresadísima y era yo la única clienta allí en la media hora que he estado.

Después he pasado por la Plaza de la República, fuera del recinto del Palacio Diocleciano. Lo que sería la Plaza Mayor de Madrid o de cualquier ciudad Española, rodeada por todas partes de edificios con arcos, en este caso de color rojos. Fue construida en el siglo XIX por orden del alcalde Bajamonti, imitando a la Plaza San Marco de Venecia como muestra de que Split se apoya en la tradición italiana.

El fresquito, y sobre todo el viento, estaban pudiendo conmigo, así que he decidido buscar una cafetería con wifi para trabajar un rato, y he optado por D16, en pleno casco histórico. Un café buenísimo, y eso que yo no soy muy cafetera, y un remanso de paz entre la locura de las callejuelas atestadas de la ciudad.

Para acabar el día, un paseo sin rumbo acabando en Babis, una de las cadenas de panaderías más conocidas de Croacia, y donde hacen unos bureks bastante decentes. El burek es una especie de empanada de hojaldre crugiente que puede estar relleno de queso, de carne o de espinacas, y en ocasiones también de manzana. Es mi plato predilecto de la Europa del Este, y con él me he despedido de la gastronomía croata.

Y esto ha sido todo sobre mi viaje a Croacia, y aunque es la segunda vez que vengo, creo que no será la última porque este país esconde muchas maravillas. Mañana toda madrugar muchísimo para estar en el aeropuerto a las 7 de la mañana. Es fácil llegar, el bus 37 sale de la estación Sukoisan, a 10 minutos del centro, son 50 minutos un 17 Kunas (menos de 3€).
Alojamiento: Spalato Hostel (12€/noche/cama en habitación de 10). No está mal, pero los espacios son un poco pequeños y el personal no es demasiado atento. Y un fallo muy grande: no tiene cocina, algo muy poco común en este tipo de alojamientos.