Y un fin de semana después, nos vamos a la otra punta de Madrid, desde donde las vistas no tienen nada que envidiar al Volvoreta (y son gratis).
Ha estado lloviendo toda la semana, y hoy por fin ha salido el sol. Consecuencia? El aire se ha quedado limpísimo y la bruma grisácea habitual que mancha la ciudad ha desaparecido, dejándonos esta espectacular postal de la ciudad y la sierra.
Estamos en el Parque de la Cuña Verde de O’Donell, en el barrio de Moratalaz, por donde es muy agradable pasear ya que en los últimos años ha pasado de ser un descampado sin nada, a un parque precioso perfectamente acondicionado para actividades al aire libre (aunque aún tiene las partes exteriores sin arreglar, sigue siendo bastante amplio).
La foto está tomada desde su parte más alta, el mirador, junto al anfiteatro. A la derecha podemos ver donde estuvimos comiendo el finde pasado, las Tres Kio y a la izquierda el famoso Pirulí. A falta de los edificios de plaza España, tenemos en una misma foto el skyline más famoso de Madrid.
Hasta ahora no había visto el momento de escribir sobre lugares de mi propia ciudad, y eso que Madrid tiene para rato.
El fin de semana pasado quise averiguar si había alguna forma de subir a las 4 torres más altas (y con muchísima diferencia) de la ciudad, las Cuatro Torres Business Area. Por desgracia, descubrí que sólo se puede subir al edificio del Hotel Eurostars Madrid Tower, y única y exclusivamente si uno está hospedado en el hotel (habitaciones desde 200€) o reservando para comer en su restaurante. Los demás rascacielos son inaccesibles para gente que no trabaje en ellos.
Decidí investigar un poco sobre la carta y precios del restaurante Volvoreta (ubicado en el piso 30 del hotel), y vi que podía ser un buen momento para probar comida de primera y disfrutar de las mejores vistas de la ciudad.
Es imprescindible llamar para reservar, y sobre todo si se quiere una mesa pegada a la ventana (para esto hay que llamar con mucha antelación). Nosotros tuvimos suerte, ya que llamamos la tarde anterior (para comer al día siguiente) y aunque nos dieron el turno de las 13:30, nos pusieron en una mesa desde la que se veía todo muy bien (aunque no era de primera línea) pero nada más llegar nos dijeron que había una cancelación y nos podríamos sentar en los ventanales (eso es tener mucha suerte).
Vistas desde nuestra mesa
Mi consejo es ir a comer en vez de a cenar (en verano se puede cenar pronto ya que anochece más tarde y seguro que hay una puesta de sol increíble), ya que las vistas son hacia las afueras de Madrid (como se puede ver en la foto) y de noche no se puede ver nada más que luces de barrio en vez de la sierra (que como ahora está nevada es una vista preciosa). La pena es que en dirección al centro de Madrid (vistas a la Castellana, Torres Kio…) están tapadas por las paredes del restaurante, y aunque hubiese ventanales tampoco se vería porque una de las torres está justo delante.
En cuanto a la comida, para mi gusto estaba deliciosa. Obviamente era poca cantidad para el precio que costaba, pero ya se sabe como es este tipo de cocina y teniendo esto en cuenta creo que las cantidades eran aceptables. Pedimos un entrante, dos principales y un postre para dos y no nos quedamos con hambre, y repito que estaba todo espectacularmente bueno. Además, al final traen unos dulces que son una sorpresa para los sentidos y fue muy gracioso!
Después de comer nos colamos en algún pasillo de habitaciones para comprobar las vistas desde ahí, pero no se ve nada de nada, está todo tapado.
Para rematar la comida, dimos una vuelta por Plaza Castilla y sus peculiares Torres Kio.
La mejor vista para mí, sin duda, desde la mediana de la calzada del Paseo de la Castellana.