El pasado fin de semana aprovechamos para hacer una ruta por los alrededores de Madrid. El lugar elegido fue el Pontón de la Oliva, muy cerca del archivisitado últimamente pueblo madrileño de Patones de Arriba, y que para nuestra sorpresa forma parte de Guadalajara y no de Madrid (así que, técnicamente nos saltamos el «confinamiento perimetral»😅).
Construido en 1857, el Pontón de la Oliva es la sexta y última presa en el curso del Lozoya, y la más antigua de todo el sistema de presas y canalizaciones del Canal de Isabel II.

El día se presentaba nublado, pero decidimos seguir en marcha con la ruta que habíamos planteado porque la temperatura era muy buena.
Aparcamos el coche justo en el Pontón (ojo si venís en época de buen tiempo, porque ya en un día como el nuestro estaba a rebosar de coches, no sé si se aparcará muy bien con otra meteorología) y nos dirigimos hacia las Cárcavas, un desconocido paisaje también perteneciente a Guadalajara de gran peculiaridad: se trata de unas Médulas de tamaño reducido. Sí! Así de espectaculares y a solo 50 minutos de la capital.
O bueno… eso creemos😫 porque la niebla, que a menor nivel no parecía tanta, tapaba absolutamente toooodo el paisaje. No se veía nada, na-da. Vaya chasco! Sobra decir que por supuesto volveremos en otra ocasión.

Esta fue la ruta que seguimos, de algo más de 12km (el inicio tuvimos que modificarlo porque el terreno estaba intratable). Optamos por la circular: la ida muy corta (2,5km) y muy empinada (y con el barro que había en el suelo, fue todo un reto, ya que el suelo es de arcilla, como las Cárcavas) y la vuelta es el doble de larga (10km) pero muy cómoda, por un sendero amplio y sin pérdida. Ya dependiendo de los gustos y niveles, podéis optar por ir y volver por el mismo sitio, y os saldrá una ruta larga y fácil, o corta y difícil (cuidado porque bajar por la parte empinada puede ser un buen reto).

En la parte larga (nuestra vuelta) el paisaje que queda a mano derecha del cañón del Lozoya es una auténtica pasada: unas paredes verticales imponentes y una explosión de verde que hipnotizaba.

Un buen descubrimiento al que habrá que volver, porque todo lo que os he contado de las Cárcavas ha sido gracias a Internet (igual que la última foto, para no dejaros con la intriga).
