Pequeña, tranquila y rodeada de pinos, la ciudad donde Machado se enamoró del Duero tiene mucho más que “un río de cristal sereno”. Basta un paseo de dos días para descubrir claustros románicos, leyendas de Bécquer y unos torreznos capaces de convertir a cualquier escéptico en fan de la gastronomía castellana. Aquí van diez ideas —ordenadas para que puedas enlazarlas a pie— con las que saborear Soria sin prisas.
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1. Empezar la visita en la Alameda de Cervantes
Los sorianos la llaman La Dehesa. Es un parque histórico cercado por olmos, fuentes y ardillas que corretean entre praderas. Busca la estatua de Leonor (musa de Machado), el kiosco de música y el hueco donde se alzaba el olmo seco que inspiró uno de sus poemas más famosos.

2. Viajar a Oriente sin salir del Románico en San Juan de Duero
El claustro de este antiguo monasterio hospitalario sorprende con arcos entrecruzados de sabor casi árabe que no encontrarás en otro lugar de España. Pasa la novatada: intenta fotografiar el reflejo de las columnas sobre el estanque central.

3. Caminar junto al Duero hasta la ermita de San Saturio
Toma la Senda de los Pescadores y, en apenas media hora, llegarás a la ermita excavada en la roca que preside la ribera. Su interior barroco contrasta con las vistas austeras del cañón. De regreso, fíjate en la isla del Soto Playa: en verano podrás darte un chapuzón fluvial.

4. Sentarte en la Plaza Mayor y aprender a pedir torreznos
Soportalada, con un reloj de sol y un quiosco decimonónico, es el salón de la ciudad. Asómate al Collado —la calle peatonal que arranca aquí— y elige bar: torreznos crujientes, migas pastoriles o pinchos de setas de temporada, siempre con el vino de la ribera del Duero al lado.

5. Admirar la Concatedral de San Pedro
Dentro aguarda un claustro románico declarado Patrimonio Mundial junto a otras joyas del Camino de Santiago. Si coincide tu visita con la hora del órgano, entenderás por qué los sorianos presumen de acústica sagrada.

6. Curiosear en el Museo Numantino
Entre vitrinas verás puntas de flecha celtíberas, cerámica pintada y la maqueta que recrea el asedio de Numancia. Perfecto para entender el carácter recio que todavía se atribuye a la tierra soriana.

7. Perderte por El Collado y el Casino Amistad Numancia
La arteria comercial luce edificios modernistas y pastelerías donde comprar mantequilla dulce de Soria, una tentación tan suave que se deshace si la tocas con los dedos. A mitad de calle, el Casino guarda el encanto de los viejos cafés literarios.

8. Levantar la vista ante el Palacio de los Condes de Gómara
Rincones renacentistas de este calibre se suelen ver en rutas por Castilla, no en una capital diminuta. Observa las almenas, la portada herreriana y los balcones de forja: no desentonarían en Valladolid o Salamanca.

9. Subir al Mirador del Mirón al atardecer
La iglesia de Nuestra Señora del Mirón protege el promontorio desde el que se dominan las huertas, el Duero serpenteante y la silueta de San Saturio al fondo. Lleva abrigo incluso en verano: Soria refresca cuando el sol se esconde.

10. Cerrar la noche en la zona de Herradores
Los sorianos terminan aquí su chiqueteo. Pide una caña y, sin desembolsar un euro extra, llegará una tapa generosa. Si es temporada de hongos, busca el champiñón relleno; si es invierno, ejercicio obligatorio: trufa rallada sobre huevo.

Consejos exprés
- Cuándo ir: abril-junio y septiembre-octubre regalan luz dorada y buen ambiente sin frío extremo. Si viajas el 1 de noviembre, vive la Noche de ánimas: un desfile de antorchas inspirado en la leyenda de Bécquer.
- Distancias: del parque de La Dehesa a San Saturio hay 2,5 km; todo lo demás está a menos de quince minutos a pie.
- Souvenir comestible: mantequilla D.O.P. Soria (dulce o salada), torrezno al vacío y queso de Oncala. Ocupan poco y alegran cualquier despensa.
Soria no presume, no grita y no corre. Por eso basta medio fin de semana para que su ritmo sosegado te obligue a bajar revoluciones, saborear cada pincho y releer a Machado a la orilla del río. Vuelves con la sensación de haber descubierto un secreto a voces… y con ganas de contárselo solo a quien sepa apreciar un lujo hecho de silencio y piedra dorada.

















































