En pleno corazón de los Ancares lucenses se esconde Piornedo, una aldea que parece detenida en el tiempo y que se cruzó en mi camino por casualidad cuando buscaba coronar el punto más alto de la provincia de Lugo. A casi 1.200 metros de altitud, este pequeño pueblo de montaña es uno de los lugares más especiales de Galicia, no solo por su ubicación, sino por lo que conserva: las pallozas.
Piornedo fue, durante siglos, una aldea aislada. Sus habitantes vivían de la ganadería y la agricultura en condiciones muy duras, lo que les obligó a construir casas adaptadas al clima extremo de la zona: inviernos largos, nieve abundante y veranos cortos.
De ahí nacen las famosas pallozas, viviendas prerromanas de planta circular u ovalada, con muros de piedra y cubiertas de paja de centeno. En ellas convivían las familias con los animales, lo que ayudaba a mantener el calor durante el invierno. Su origen se remonta a tiempos celtas y, sorprendentemente, se mantuvieron habitadas hasta bien entrado el siglo XX.

Muchas de estas construcciones siguen en pie y algunas pueden visitarse, como el Museo Palloza de Piornedo, que conserva el interior tal y como vivían las familias hace unas décadas. Entrar allí es como hacer un viaje al pasado: hogar, cocina, cuadras y herramientas tradicionales, todo bajo el mismo techo de paja.
Lo bonito de Piornedo es que no es solo un museo al aire libre. Es un pueblo vivo, rodeado de montañas espectaculares, con casas de piedra, hórreos, iglesias pequeñas y esa atmósfera tranquila que invita a quedarse unos días. Pasear por sus calles empedradas, con las pallozas asomando entre la niebla o la nieve, es de esos recuerdos que se quedan grabados.
Además, como mencionaba al principio, es punto de partida para ascensiones míticas de los Ancares, como el Mustallar o el Cuiña, lo que lo convierte en lugar de peregrinaje tanto para senderistas como para quienes buscan turismo rural auténtico.

Piornedo es mucho más que una aldea bonita: es un pedazo de historia viva, testimonio de cómo se las ingeniaban los gallegos de montaña para sobrevivir en condiciones durísimas. Y al mismo tiempo, es uno de los pueblos más pintorescos de Galicia, perfecto para descubrir sin prisa, saborear la calma y dejarse envolver por su magia.
Y aunque es el más famoso en la parte lucense de los Ancares, no está solo. Os dejo otros que merecen ser visitados, y así podéis completar la visita de fin de semana:
- Balouta (León): al otro lado de la sierra, conserva también pallozas habitadas y un ambiente muy parecido.
- Campo del Agua (León): un conjunto de pallozas más abandonadas, con un aire casi arqueológico, donde la naturaleza se mezcla con las construcciones.
- Cervantes (Lugo): el concello al que pertenece Piornedo está lleno de pequeñas aldeas con hórreos y casas de piedra que mantienen la esencia tradicional.
- O Cebreiro (Lugo): el más turístico de todos, al estar en el Camino de Santiago Francés. También conserva pallozas, pero con mucho más movimiento de visitantes.

Todos ellos forman parte de un mismo legado cultural y arquitectónico que hace de esta zona uno de los rincones más auténticos de la montaña del noroeste peninsular.