En pleno Valle Arlanza, el apodado como la cuna de Castilla es una localidad llena de historia medieval, fuertemente vinculada al Conde Fernán González del siglo X, un famoso noble altamente ligado a los orígenes del reino de Castilla, en cuya creación jugó un papel fundamental. Fue el responsable de convertir la localidad en la capital del Infantazgo, razón por lo que a Covarrubias se la conoce como la cuna de Castilla.

Hoy en día la villa se conserva en excelentes condiciones, con sus edificios del casco antiguo bien cuidados, lo que la hace enormemente atractiva para los turistas; por lo que allá que fuimos nosotros a nuestra vuelta desde Ezcaray hacia Madrid.

- Pasaje del Archivo del Adelantado de Castilla: la entrada al núcleo histórico más común y conocida, que en su día sirvió para guardar documentos y escrituras y hoy acoge a la Oficina de Turismo.
- Torreón de Fernán González: es el monumento más famoso de Covarrubias, una torre defensiva del siglo X cuya parte inferior fue el palacio del Abad de Covarrubias, mientras que a la torre en sí se la conoce como de «la Emparedada«, pues según la leyenda, fue donde Fernán González encerró a su hija, la infanta doña Urraca, por negarse a casarse con el rey de León, ya que ella decía estar enamorada de un pastor.
- Colegiata de San Cosme y San Damián: un templo del siglo XV en cuyo interior se encuentra el famoso órgano de Covarrubias aún en funcionamiento y el sepulcro de Fernán González.
- Paseo de la Solana: junto a la colegiata y paralelo al cauce del río y a las antiguas murallas.
- Ermita de San Olav: También junto a la colegiata podréis ver una escultura de una princesa noruega. ¿Cómo llegó hasta aquí? Se trata de Kristina, la hija del rey Haakon IV nacida en Bergen en 1234, cuyo destino era casarse con el infante Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X el Sabio y aspirante al trono del Sacro Imperio Romano Germánico. La princesa no consiguió adaptarse a la vida de la corte castellana y murió sin descendencia poco después de la boda. Fue entonces cuando su marido mandó construir una capilla dedicada a San Olav, santo patrón de Noruega.
