Llegó el día, hoy terminamos las aventuras por la Gran Manzana. Ahora mismo os escribo desde el aeropuerto de Newark mientras espero a embarcar en el vuelo de vuelta a Madrid (directo esta vez, pues compramos otro billete el otro día para volver a España directos, más rápido y cómodo que al venir, que se hizo un poco largo y tedioso entre tanto documento a presentar y la larga escala en Lisboa).
Por suerte, el vuelo sale bastante tarde, así que realmente hemos tenido prácticamente todo el día para terminar de visitar aquellos lugares que se nos habían quedado en el tintero, y por eso cada uno de los mencionados en el título está en una punta de Manhattan. Si cuando viajéis aquí os pasa igual, podéis hacer lo mismo: dejar el último día de comodín para visitar algo que os falte o bien repetir en allá donde os apetezca.
Roosevelt Island
Se trata de una estrecha y alargada islita en medio del East River (el que cruza el Puente de Brooklyn). La isla en sí no tiene mucho de especial, pero merece la pena venir aquí porque existe un teleférico que cruza desde la calle 59 hasta ella, sobrevolando el río y dejando unas vistas muy pero que muy chulas a más de 70 metros de altura y con el puente de Queensboro en todo momento a la derecha (y si conseguís montar durante la puesta de sol, ya os pasáis el juego). Y lo mejor es que este transporte (cuyo viaje realmente dura menos de 5 minutos) está incluido en el metropass de una semana del que os hablaba el primer día (sin ella os costará 2$ por trayecto, o sea que también merece la pena).

Esta peculiar isla fue en sus orígenes sede únicamente de hospitales y cárceles, aunque actualmente de eso no queda nada más que las ruinas del Smallpox Hospital (donde residían los enfermos de viruela), en el extremo sur, dentro del llamado Franklin D. Roosevelt Park, construido en honor al que una vez fue presidente de los EEUU, y también un curioso edificio conocido como The Octagon, que fue un psiquiátrico.

A día de hoy es como un reducto de tranquilidad dentro de la metrópolis, y es que, con Manhattan a un lado y Queens al otro, cuenta con unos cuantos edificios residenciales donde viven unas 15.000 personas y poco más. Realmente lo que más merece la pena de aquí es caminar por el agradable paseo que hay a la rivera del East, y admirar la panorámica de la caótica Manhattan.

Edificio Chrysler
Nos faltaba por ver este emblemático edificio, y en realidad no hemos llegado hasta él, pero sí lo hemos divisado desde la panorámica de la isla, y no quería dejar de mencionarlo en este diario de viaje. Se en cuenta en la Quinta Avenida y es algo que podríais visitar cuando vayáis a los sitios que os menciono en el post del día 2.

El Edificio Chrysler fuel, con sus 319 metros de altura, el rascacielos más alto del mundo en 1930 durante sus primeros 11 meses de vida. Hoy en día, sigue atrayendo, gracias a su arquitectura Art Decó, sigue siendo el más bonito para muchos, y la verdad es que es inconfundible entre la jungla de rascacielos que es Manhattan.
El magnate del automóvil Walter Percy Chrysler quiso demostrar la grandeza de su compañía y la de la industria estadounidense en general. Para conseguir su propósito, contrató al arquitecto de William van Alen, el cual diseñó el edificio con elementos que tratan de recordar a un automóvil.
Chelsea Market
Hemos tenido que volver a este mercado que ya tratamos de visitar el día de Navidad, pero que estaba cerrado (su descripción la tenéis de dicho post).
Simplemente contaros que por dentro es muy grande, más de lo que esperábamos, y también estaba atestado de gente. Lo que predomina son los locales de comida, y nosotros sin mucho miramiento hemos decidido comer en el piso de abajo (mucho más tranquilo) en Dickson’s Farmstand Meats, donde tenían pollos asados con una pinta buenísima, además de muy buen precio comparado con lo que venimos comiendo estos días. Yo me he pedido un perrito caliente, se acaba la aventura por NYC y ¡no había comido ningún todavía! Totalmente recomendable.

Lo que no hemos encontrado es ningún lugar donde tomarnos unas Oreo; pensábamos que siendo su lugar de origen habría algún puesto donde tener una buena excusa para tomar estas galletas.

🍔La cena de ayer en Jackson Hole
Ya que hoy la cena será en platos de plástico en el avión, os cuento dónde cenamos ayer, y fue en una de las hamburgueserías más recomendadas por amigos y blogs, el Jackson Hole (en el este de Midtown).
A diferencia de otros que hemos probado estos días, este sí es un restaurante con todas las letras, donde uno se sienta y le sirven la comida, y además es bastante chulo por dentro.
Las hamburguesas están buenísimas (las patatas, sin más), las hay de muchos tipos y sabores poco comunes: yo me pedí una con queso Brie y arándanos y la mezcla me encantó.

Y amigos, ¡hasta aquí nuestra aventura! En los próximos días escribiré un post con una recapitulación y consejos útiles para viajar a Nueva York, pero (de momento) nuestra aventura por las Americas termina aquí. Espero haberos hecho disfrutar viajando con la imaginación.
¡Gracias por leerme!
Como siempre, disfruto viajando con tus crónicas viajeras aquí, muchas gracias.
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Me alegro 😄😄😄
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